09 julio 2008

EXPERIENCIA EN “BARRIO TRISTE” DE MEDELLIN


“Los niños en sus “cambuches”…, me robaron el corazón.”


Son las 10 de la noche. Subimos a la camioneta felices con nuestra tina de arroz con leche; nos esperaba una fila de niños entre 7 y l2 años que pululaban con su botellita de sacol (pegamento) en la mano, ojos totalmente perdidos por el efecto de la droga, caras sin expresión pero hambrientas de cariño, de ternura, de cercanía… Rostros que se clavaron en mi corazón sin poderlos olvidar. De mi interior brotó una queja. ¡Señor donde estás! ¿Para esto creaste al hombre? ¿Qué es el hombre, Señor? Y sentí dentro de mí: “Abre bien tus ojos, mírame, soy YO”. Fue algo que no sabría expresar.

Se fueron sucediendo las visitas a ese lugar cada día con una experiencia nueva de la presencia de un Jesús limitado, deshecho, fruto de una sociedad injusta, sin escrúpulos, sin valores transcendentes. Sentí el abrazo de Jesús en cada uno de ellos, en las palabras más inesperadas que me decían, en sus preguntas, su hambre, su tristeza que se reflejaba en sus rostros. Gente también adulta que consumía y traficaba con la droga. Es Jesús en esas personas, perlas que pueden ser engarzadas en el fino collar del Carisma Hospitalario, pero se necesitan manos jóvenes y expertas para continuar la obra que Dios abre ante nuestros ojos. Las tuyas podían servir para ello, si el Señor toca tu corazón.

No sentía miedo ante el riesgo que a veces corríamos de encontrarnos en plena balacea (cruce de balas), ni asco, ni repugnancia en una calle impregnada de olor por la marihuana y basura.

Los niños en sus “cambuches” y entre cartones, me robaron el corazón. Cuando llegaba, me llamaban tía y corrían hacia mí para recibir el vaso de arroz con leche.

NAVIDAD especial. Esa Navidad 180 niños y adultos sentados en el suelo recibieron el arroz con pollo que ese día les llevamos. El gozo apareció en sus rostros. Jesús nació esa noche con una presencia especial; yo recibía mucho más de lo que daba y mi gozo era pleno.

¡Gracias!, porque al permitirme compartir esta experiencia me habéis hecho revivir algo muy hermoso de mi vida hospitalaria misionera.

Que el Señor, despierte en ti el deseo de encontrarte con ÉL en lo más desechado por la sociedad.