Hace 20 años prestaba voluntariado en un centro para discapacitados psíquicos, había chicos con mayor discapacidad y otros con algo menos, y me admiró cómo trabajaban con ellos de forma individual las hermanas y los profesionales, siempre intentando sacar lo mejor de cada chico, ayudándolos a desarrollarse y ser independientes.
En mi voluntariado hice mucha amistad con una de las chicas que era unos 3 años mayor que yo, aunque su discapacidad la hacía aparentar como 10 años menor. La verdad es que disfrutamos mucho juntas, ella era sencilla, inocente, pero con muchas ganas de aprender, mucha fuerza de voluntad, una gran constancia y tenía los mismos sueños que yo: ser feliz, tener un buen trabajo, alguien a quien querer y que te quiera…
Recuerdo que cuando llegó el momento de terminar en el centro, pues cumplía los 21 años, todos pensábamos que debía salir al mundo, que estaba preparada. Pero sus padres tenían mucho miedo, qué sería de su niña sin el apoyo de los profesores, de las hermanas… y para colmo tenía novio. Fueron momentos duros para ella pero estuvimos a su lado, apoyando, animando y lo que es más importante: creyendo en sus posibilidades. Ella siguió adelante luchando.
La vida después me cambió un poco y me fui de aquel lugar, han pasado 14 años desde eso. Este verano, la casualidad, la providencia… me permitió encontrarme con ella. No puedo explicar la alegría que nos llenó a las dos, y a mí más, cuando la vi con una niña preciosa de 5 años. “Esta es mi hija”- me dijo- “¡y es muy lista sabes!”. Me contó que trabajaba en un supermercado, se había casado y era muy feliz. Para mí fue un gran estimulo y alegría. Hacía 14 años y el encuentro fue como si nos hubiéramos visto hace una semana, su cercanía, su confianza y amistad en mí, me hablaron de una gran mujer. No es que todos puedan dar estos pasos, pero es tan importante creer en las personas!
Doy gracias por tantas personas como han creído en mí y por hacer que yo también crea en las personas.
En mi voluntariado hice mucha amistad con una de las chicas que era unos 3 años mayor que yo, aunque su discapacidad la hacía aparentar como 10 años menor. La verdad es que disfrutamos mucho juntas, ella era sencilla, inocente, pero con muchas ganas de aprender, mucha fuerza de voluntad, una gran constancia y tenía los mismos sueños que yo: ser feliz, tener un buen trabajo, alguien a quien querer y que te quiera…
Recuerdo que cuando llegó el momento de terminar en el centro, pues cumplía los 21 años, todos pensábamos que debía salir al mundo, que estaba preparada. Pero sus padres tenían mucho miedo, qué sería de su niña sin el apoyo de los profesores, de las hermanas… y para colmo tenía novio. Fueron momentos duros para ella pero estuvimos a su lado, apoyando, animando y lo que es más importante: creyendo en sus posibilidades. Ella siguió adelante luchando.
La vida después me cambió un poco y me fui de aquel lugar, han pasado 14 años desde eso. Este verano, la casualidad, la providencia… me permitió encontrarme con ella. No puedo explicar la alegría que nos llenó a las dos, y a mí más, cuando la vi con una niña preciosa de 5 años. “Esta es mi hija”- me dijo- “¡y es muy lista sabes!”. Me contó que trabajaba en un supermercado, se había casado y era muy feliz. Para mí fue un gran estimulo y alegría. Hacía 14 años y el encuentro fue como si nos hubiéramos visto hace una semana, su cercanía, su confianza y amistad en mí, me hablaron de una gran mujer. No es que todos puedan dar estos pasos, pero es tan importante creer en las personas!
Doy gracias por tantas personas como han creído en mí y por hacer que yo también crea en las personas.