
Como mujeres consagradas, y como hermanas hospitalarias del Corazón de un mismo Señor, nos hemos reunido en estos días un grupo, para reflexionar, hoy, nuestra vida y nuestra opción total, por Dios y por la persona.
Queremos también aquí, compartir aquello que, para nosotras, hace bella la Vida Consagrada Hospitalaria:
- La experiencia de la proximidad de un Dios que se derrama sobre nosotros: nos llama y nos concede el don del carisma hospitalario, nos llena de alegría y nos invita a vivirlo con responsabilidad.
- El reconocer que tenemos una herencia espiritual acogida y transmitida por nuestros fundadores, perpetuada en el tiempo por los escritos y por toda la vivencia de las hermanas a lo largo de estos 127 años de historia.
- El vivir como hermanas el don de la vocación que nos congrega en fraternidad, nos hace saborear la diversidad y experimentar la alegría de compartir el mismo don, la Mesa y la misión.
- El soñar juntas un mundo más hospitalario, realizando el deseo de entregarnos para encarnar la misericordia de Dios, valorando los momentos de encuentro, de compartir, de perdón y de servicio.
- El ser enviadas por la Iglesia, en nombre de Jesús, a anunciar la Buena Noticia de su sanación a una clase marginada de la sociedad que nos pide la entrega total y radical de nuestra vida.
- El estar llamadas a restaurar la imagen divina en la persona del enfermo, haciendo brotar la vida y la alegría donde hay dolor, sufrimiento y muerte, desde la sencillez y desde nuestros gestos de ternura, bondad y compasión.
En la certeza de que nunca seremos capaces de reconocer y agradecer, totalmente, el gran don que Dios nos concede, queremos, en cada día, dejarnos seducir por la belleza de la consagración religiosa hospitalaria.
Queremos también aquí, compartir aquello que, para nosotras, hace bella la Vida Consagrada Hospitalaria:
- La experiencia de la proximidad de un Dios que se derrama sobre nosotros: nos llama y nos concede el don del carisma hospitalario, nos llena de alegría y nos invita a vivirlo con responsabilidad.
- El reconocer que tenemos una herencia espiritual acogida y transmitida por nuestros fundadores, perpetuada en el tiempo por los escritos y por toda la vivencia de las hermanas a lo largo de estos 127 años de historia.
- El vivir como hermanas el don de la vocación que nos congrega en fraternidad, nos hace saborear la diversidad y experimentar la alegría de compartir el mismo don, la Mesa y la misión.
- El soñar juntas un mundo más hospitalario, realizando el deseo de entregarnos para encarnar la misericordia de Dios, valorando los momentos de encuentro, de compartir, de perdón y de servicio.
- El ser enviadas por la Iglesia, en nombre de Jesús, a anunciar la Buena Noticia de su sanación a una clase marginada de la sociedad que nos pide la entrega total y radical de nuestra vida.
- El estar llamadas a restaurar la imagen divina en la persona del enfermo, haciendo brotar la vida y la alegría donde hay dolor, sufrimiento y muerte, desde la sencillez y desde nuestros gestos de ternura, bondad y compasión.
En la certeza de que nunca seremos capaces de reconocer y agradecer, totalmente, el gran don que Dios nos concede, queremos, en cada día, dejarnos seducir por la belleza de la consagración religiosa hospitalaria.