01 febrero 2009

BASIDA


Hace unos tres años, estuve de voluntaria en verano en BASIDA, un centro de personas enfermos de SIDA, en Manzanares, Ciudad Real. Unos amigos de Valencia me lanzaron la propuesta y aunque con un poco de miedo por lo desconocido, me fui con ellos.
Como ocurre con las personas con enfermedad mental, las personas con SIDA también están un poco desplazadas en nuestra sociedad de hoy día, y quizás yo misma también llevaba esa idea. Sin embargo, cuando vives el día a día en un centro como éste, tu mente cambia por completo.
Desde primera hora, desde el momento en que me bajé del autobús, la acogida fue impresionante. Sientes la cálida bienvenida, el cariño con el que todos te tratan y desde el inicio, te acogen como un miembro más de la familia, aún sin conocerte.
Todos los voluntarios ayudan en las tareas de la casa, en el día a día: cocina, limpieza, lavandería, gimnasio, ayuda directa a aquellos que están más enfermos… y aunque cada tarea se vive con intensidad y tiene su chispa, a mí sin duda, me cautivó esa ayuda directa y acompañamiento de los más necesitados. En ese sentido, mi experiencia es realmente, una experiencia de Dios, porque fue allí y con ellos, donde verdaderamente yo descubrí que Jesús está en los más “pobres”. Cuando una persona con la enfermedad a un nivel alto, que a penas puede moverse, ni hablar, te mira a los ojos, y te da las gracias por cuidarlo…ahí todo lo demás se olvida y el corazón se te llena de emoción. Creo que nunca olvidaré el rostro de aquel hombre.
De él y de todos en general, porque yo fui allí con la intención de echar una mano en lo que pudiera, y me volví habiendo aprendido y disfrutado mucho más de lo que jamás hubiera imaginado.
Ellos fueron sin duda, un impulso para seguir en este camino de la hospitalidad y del acercamiento a los preferidos de Dios.