02 marzo 2009

CARTA DESDE LIBERIA


El amor de los misioneros, una bendición para nosotros
Monrovia
Soy Fathia F Bracewell, liberiana; vivo en Liberia. Tengo 20 años, estoy soltera y vivo con mis padres y cuatro hermanos y dos hermanas en los alrededores de la capital, Monrovia. He terminado mis estudios universitarios y soy diplomada en enfermería. Mis sueños siempre han tenido una raíz humanitaria, y quería estar ahí para los hermanos y hermanas de la raza humana más desafortunados. Trabajo como enfermera en el Hospital Católico de St. Joseph.Mi país, Liberia, es una tierra que se encuentra en la costa oeste de África, fundado en 1822 por esclavos africanos liberados en América. Fue el primer país del África negra en ser independiente, en 1847. Liberia era un lugar pacífico hasta 1980 en que las peleas entre los líderes políticos y el gobierno llevaron a un período de 23 años de guerra civil. Ha sido un tiempo crítico, en que muchos liberianos han perdido la vida, propiedades, familias, y que ha dejado a los liberianos traumatizados. En 2003 se firmó un acuerdo de paz y en 2005 Liberia eligió a la primera mujer presidente en África. Presidente Ellen Johnson Sirleaf.Muchas gracias por preocuparos de responder a mi carta, pero me doy cuenta de que no os he dicho que si no fuese por los misioneros que viven en el hospital en el que trabajo yo no lo contaría ahora. Me ocurrió durante la guerra: cuando salí del trabajo en un momento de calma en los tiroteos entre los guerrilleros y nuestro ejército, fue que estaba de Dios que los misioneros del hospital habían permitido al autobús del hospital ir a las zonas más peligrosas para recogernos a nosotros cada día, y yo doy gracias a Dios por su amor porque aquel día me permitieron traer conmigo a toda mi familia al hospital. A la mañana siguiente nos dijeron que nuestra casa había sido saqueada por los guerrilleros y después quemada. Fue difícil de aceptar, pero las Hermanas y Hermanos nos ayudaron a empezar otra vezPero dejando de lado ahora a mí, me doy cuenta de que toda la comunidad se ha beneficiado de la presencia de los misioneros. El amor que ellos han mostrado es tan grande que una noche funesta un grupo de soldados entró en el hospital y arrestaron a un doctor. Entonces un Hermano se puso delante y dijo: “No, tenéis que llevarme a mí también y a todo el personal y a los misioneros del hospital también”; era un tira y afloja y entonces los soldados al final lo dejaron y se fueron. Los Hermanos de San Juan de Dios y las Hermanas realmente son una bendición para nuestras vidas en Liberia. En comparación, otras ONG europeas no se preocupan, solo vienen, trabajan y buscan compensaciones según les parece. Vienen con ayuda y se van con la ayuda.Hemos perdido mucho, pero tenemos familias misioneras de hermanos y hermanas que se ocupan de nosotros y nos enseñan el amor, el amor real a Dios y al prójimo. Doy gracias a Dios por vosotros y dejadme que exprese mi gratitud con todo el corazón a través de estas pocas palabras por cómo de verdad puede alguien decidir amar como Cristo nos amó. Muchísimas gracias.Fathia Bracewell